No mentía el galardonado e internacionalmente reconocido director Guillermo del Toro cuando en los Globos de oro del 2018 respondió que la fuente de toda su creatividad provenía del hecho de que es mexicano. En sus propias palabras, fue nacer en nuestro país lo que le ha dado esa perspectiva tan característica de sus sombrías, fantásticas y mágicas creaciones. “Hay mucho que contar, y es un contar muy mexicano…” decía durante la entrevista posterior a los premios mencionados.
Guillermo es uno de los muchos ejemplos de la genialidad mexicana en el ámbito cultural y artístico, del que nos enorgullecemos al ver sus éxitos a través de las redes sociales y noticias internacionales. Sin embargo, existe un contraste muy interesante cuando se vira a ver al apoyo que la comunidad presta en general al talento y potencia de la industria cultural mexicana desde sus niveles más básicos y fundamentales, y dicho contraste radica en la creencia de que el arte y el trabajo son en sí conceptos irreconciliables.
Esta creencia se ve cuestionada en las bases de la Economía Naranja, tal como la bautizó el Banco Interamericano para el Desarrollo (BID) debido a que este color se asocia con la cultura y la creatividad. También se le llama industria cultural, de contenidos, del ocio o del entretenimiento. Esta se define como el conjunto de actividades que, de manera encadenada, permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios, cuyo valor puede estar basado en la propiedad intelectual. Dicha economía tiene el talento y la creatividad como insumo principal y es capaz de generar empleo, riqueza y tener un impacto positivo en la calidad de vida de las personas.
Este modelo comprende, entre otras, a la industria del arte, arquitectura, cine, diseño, publicidad, televisión, editorial, el teatro, la animación, los videos juegos, la música, la moda, la gastronomía, las artesanías, el turismo y el patrimonio cultural, que en conjunto producen ganancias de un total de cuatro billones de dólares al año.
Toda esta riqueza o valor económico generado por la creatividad es tan grande que si se formara un sólo un país con ella sería el quinto más importante del mundo, tan sólo detrás de Estados Unidos, China, Japón y Alemania. No obstante, también se le ha considerado la economía invisible, ya que no está en el radar ni en los registros económicos de muchos países en desarrollo, pese a la variedad de empresas que incluye, los 29.5 millones de empleos que genera y las ganancias multimillonarias que produce.
Como claro ejemplo, el aprovechamiento de la economía naranja en los países latinoamericanos no está consolidado lo suficiente y aún persisten condiciones que impiden su crecimiento a largo plazo. Datos del BID Invest indican que Chile, Argentina y México, son los principales países de América Latina que han logrado trasladar estos productos creativos a la era digital.
Ahora, hablando específicamente de México, pocas son las gubernaturas que ponen a la cultura y a las artes en un lugar prominente y la de Yucatán no es una de ellas. El gobierno del estado ha priorizado las fuentes económicas tradicionales, tales como la atracción de la inversión extranjera en obras públicas y privadas. Durante la pandemia, también se han designado fuertes sumas de dinero al cuidado de la salud, dejando a la actividad cultural y artística rezagadas al final de la lista de importancia.
Esto no es una sorpresa. Hay muchos que consideran que antes de invertir en darle a la sociedad productos culturales, es necesario primero resolver los problemas derivados de la pobreza como lo son el hambre y la falta de una vivienda digna. No es la intención de este escrito entrar en discusión sobre el tema. Sin entrar en detalles a la polémica, lo que sí es evidente es que México, en general, cuenta con la infraestructura y riqueza cultural suficientes para convertirse en un verdadero motor de crecimiento.
De acuerdo con cifras de la CEPAL las industrias creativas contribuyen con cerca del 3.5% del PIB, mientras que en países como Inglaterra esta cifra alcanza incluso un 11%. Actualmente, los sectores con mayor demanda de esta industria están relacionados con la música, la publicidad, el marketing, el desarrollo de software y la editorial.
Yucatán es un lugar en donde es más que posible sembrar proyectos culturales productivos y cosechar buenos resultados. En este sentido, se vuelve fundamental reconocer la importancia de la economía naranja y su aplicación en nuestra sociedad, ya que la pandemia trago consigo una reinvención del mercado laboral y digital nunca antes vista, más la integración de las tecnologías a las cadenas de valor de la industria, tanto en el desarrollo como en la creación de nuevos productos y servicios.
Durante estos tiempos de incertidumbre social y económica, la industria creativa se perfila como uno de los ejes principales del desarrollo de la mano con la innovación digital, que han demostrado hacer crecer exponencialmente al mercado cuando son bien utilizadas en conjunto.
Todo lo anterior, además del hecho de que la cuarentena sanitaria no será eterna y los eventos culturales públicos y masivos regresarán en algún futuro aún con más fuerza que antes, cimientan a esta industria como uno de los pilares sobre los que se basaría el desarrollo económico de México y Yucatán en los años por venir.
Aun cuando esto ya está más que establecido y reconocido dentro de economías a la vanguardia y altamente desarrolladas en el resto del mundo, queda cómo incógnita si los yucatecos y yucatecas confiamos plenamente en el potencial de nuestra gente para invertir nuestro esfuerzo y capital en este cada vez más potente sector industrial.
¿Cuál es tu opinión sobre este modelo económico y su impacto en Yucatán?
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Links de referencia:
https://www.jornada.com.mx/2019/07/28/economia/021n1eco
Créditos de colaboración en idea y redacción:
Mauricio Peniche Romero y Juan Pablo Febles Cámara
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